En plena Copa América, el local perdió y ganó la esperanza

Por: Gina Romero – Directora Ejecutiva de REDLAD

Pocos momentos más emocionantes he vivido en mis ya largos años de asistencia a eventos de la OEA como la elección de las cuatro personas que llenarían las plazas libres de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que se realizó en Medellín el 26 de junio pasado, en el segundo día de la Asamblea General de la OEA.

No exageraría si dijera que para un grupo no pequeño de gente (en el que por supuesto me incluyo) la votación para la elección representó angustia, emoción, y muchísima alegría, tal como cuando una selección de fútbol del corazón gana un partido importante. Y pues así fue. En plena Copa América, el local perdió y ganó la esperanza.

La CIDH es uno de los organismos que componen el Sistema Interamericano de Derechos Humanos (DDHH), que es el que vela por la protección de los derechos humanos en el continente. La Comisión se ha vuelto un escenario vital para la protección de las ciudadanías de la región, sus organizaciones y grupos minoritarios en indefensión o desprotección. La Comisión está conformada por siete miembros que son elegidos de candidatos propuestos por los gobiernos, para un periodo de cuatro años con posibilidad de una sola reelección.

Este año se cumplen los periodos de cuatro de sus integrantes, por lo que era un momento crucial para la Comisión porque la mayoría de sus miembros se renovaban este año. Para la elección de cuatro plazas, había cinco candidatos: Esmeralda Arosemena (Panamá, actual Presidenta de la Comisión), Margarette May Macaulay (Jamaica, también se presentó para reelección), Julissa Mantilla (Perú), Edgar Estuardo Ralón (Guatemala) y Everth Bustamante (Colombia).

Las comisionadas reelectas y los nuevos miembros.

Por su relevancia y los impactos de su acción, el sistema en general y la Comisión en particular han recibido múltiples ataques que pretenden desmantelarla y quitarle sus posibilidades de acción (que se manifiestan principalmente por intentos en reducir su financiamiento) y/o filtrarla con personas que, sin la majestad que requieren sus miembros, pretenden avanzar en retrocesos de derechos ya adquiridos y la desprotección mayor de personas y grupos que requieren atención especial.

En el caso de la elección de este año, un comité independiente de expertos de sociedad civil había anunciado que ninguno de los hombres candidatizados cumplían con los dos requisitos base para pertenecer a la Comisión: independencia e imparcialidad. Es por eso (además de muchos otros análisis que se realizaron estudiando la historia política, académica y laboral de los candidatos) que la elección de este año era crucial. Si ambos eran elegidos, la comisión quedaría herida gravemente.

Fue precisamente ese miedo el que hizo que muchas organizaciones regionales estuvieran meses atrás estableciendo estrategias de comunicación, movilización y lobby para que enfrentar al panorama oscuro. Y, sin embargo, el día de la elección (28 de junio) llegó y no había claridad sobre el posible resultado. Varios gobiernos, incluido el anfitrión, habían hecho una jugada meses antes de la Asamblea para cuestionar algunos temas centrales de la Comisión, por lo que se sabía que la mano iba dura hacia una posible reforma; por su parte, el gobierno Colombiano había movido su maquinaria para que Eberth fuera elegido. Esto, sumado al abrupto abandono de la Asamblea el día anterior de uno de los aliados del sentido común y la sociedad civil, Uruguay[1], hacían que el panorama fuera muy angustiante.

A eso de las 2 de la tarde se abrió el punto del día denominado “Elección de autoridades de órganos, organismos y entidades de la Organización: Cuatro miembros de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos”[2]. Mientras que la caja de madera que recopilaba los votos iba recibiendo las papeletas, en la parte de atrás, temblábamos. Era tanto el nerviosismo que temí por la salud (física y mental) de algunas de mis colegas que estaban sentadas cerca de mí.

Carlos Holmes Trujillo, Canciller de Colombia, presidiendo el segundo día de Asamblea.
Carlos Holmes Trujillo, Canciller de Colombia, presidiendo el segundo día de Asamblea.

En un momento, como a la mitad de la votación, Carlos Holmes Trujillo, Canciller colombiano quien presidía la Asamblea, interrumpió el proceso para indicar que el Embajador de Trinidad y Tobago acababa de llegar a la sesión y preguntaba si podía sumarse a la votación. En las barras nos mirábamos: algunas personas analizaban que dado su historial de conservadurismo, era mejor que no se le permitiera votar, otras decíamos que el Caribe siempre es tan incierto en sus posicionamientos que en realidad no importaba mucho si votaba o no. Al final, se le permitió participar en la elección.

Una vez todos los representantes estatales presentes hubieron emitido su voto, la comisión escrutadora leyó en voz alta cada una de las papeletas. Atrás, entre tanto, al lado de representantes de la CIDH que se encontraban en otra fila de sillas, algunos actores de sociedad civil registraban los votos. Entre lágrimas se veía la disputa entre Mantilla y Ralón, y el lento avance de Bustamante. Cuando el último voto fue anunciado y la caja fue sacudida ante el público, hubo un segundo de silencio y un gritico sordo salió de nuestro lado. Eberth se había quedado, Julissa había sido elegida.

Nos miraron desde las otras filas, hasta que rompimos en aplausos y algarabía. ¿Para qué el protocolo?, ¡había que celebrar! Muchos abrazos y lágrimas se repartieron y el corazón volvió a su lugar. El gobierno (y con él el impulso de debilitar a la CIDH asociado a la iniciativa liderada por Chile en el mes de abril) había sido derrotado en un hecho sin precedentes: es conocido que en la gran mayoría de los casos, la candidatura del país sede es usualmente aceptada de forma casi unánime, como gesto de solidaridad diplomática.

Claramente esta fue una batalla que puede darse por victoriosa, aunque no perfecta. Los ojos estarán abiertos al desempeño de todas las personas elegidas, en especial los dos nuevos miembros de la Comisión; y seguiremos alertas a los nuevos embates al sistema que llegarán, con seguridad, más temprano que tarde.


[1] Uruguay decidió retirarse de la Asamblea tras la aprobación del plenario de aceptar la participación del representante de Guaidó.
[2] Según el reglamento de la Comisión, el voto se hace de forma secreta, participan todos los Estados miembros presentes, y se declaran elegidos “los candidatos que obtengan mayor número de votos y la mayoría absoluta de los Estados miembros”.