Nuevamente llega el 12 de octubre, fecha en la cual se conmemora el inicio de una etapa histórica y decisiva para gran parte de la humanidad. El inicio también de siglos de violencia de la cual fueron objetos las comunidades indígenas en sus propios territorios y africanos traídos de sus lugares de origen para ser esclavos por parte de los imperios europeos.
Dicha fecha tiene muchas denominaciones y críticas a lo largo del continente y cada vez que más pasan los años nos volvemos más reflexivos sobre el particular. Sabemos que la historia oficial sólo nos cuenta una parte que deja de lado muchos acontecimientos y personajes no europeos. Para empezar, dentro de la comunidad académica, de la sociedad civil y de las comunidades originarias se ha cuestionado con fuertes argumentos sociológicos, culturales e históricos el concepto de “descubrimiento de América”, ya que parte de una visión netamente eurocentrista y desconoce la cosmovisión de sus habitantes anteriores a la colonización.
No obstante esas visiones críticas y refutaciones, lo que sí es cierto es que el encuentro de esos mundos hace más de 500 años precipitó la amalgama de muchas culturas humanas, así como sus desplazamientos. América o el Abya Yala es la muestra fehaciente de la riqueza y diversidad del planeta. No sólo europeos, indígenas y africanos vinieron a parar acá, sino que también está demostrado que asiáticos están presenten en nuestros ancestros.
El 12 de octubre claramente siempre es una oportunidad para recordar las épocas trágicas por las que pasamos, así como la de recordarnos que todos y todas tenemos la capacidad de pertenecer a más de un lugar, por lo que la xenofobia no tiene una razón lógica de ser. Menos en nuestros países.
La coyuntura por la que estamos pasando en América Latina: oleadas masivas de migrantes por causas humanitarias y políticas, nos debe despertar sentimientos de solidaridad y empatía, no de rechazo y discriminación. Ser migrante es una característica casi que inherente a todos los seres humanos. No somos el producto de lo estático sino de lo dinámico, de los movimientos y desplazamientos de nosotros mismos y de nuestros ancestros. Incluso, dentro de nuestros propios países somos migrantes.
Como Red Latinoamericana y del Caribe para la Democracia (REDLAD), como plataforma de miles de voces, maneras de pensar distintas y de personas de muchas partes de nuestra región reconocemos en nosotros y en el continente la diversidad de la que somos parte. Sabemos que esa diversidad es la que nos permitirá construir sociedades democráticas en donde se respeten los derechos humanos de todos y todas, sin importar su nacionalidad o cualquier otra característica.
Finalmente, como sociedad civil queremos reconocer la potencia y legitimidad que tienen hoy en día las movilizaciones y protestas de los pueblos indígenas de nuestro continente sin soslayar, claro está, la importancia del diálogo y la complejidad de la situación política que están viviendo, por ejemplo, Ecuador, Colombia o Bolivia. Es indudable que su fortalecimiento va en ascenso, y si antes eran voces sin el suficiente eco hoy se escuchan con mucha más fuerza.