Foto por Tianlei Wu, tomada de Unsplash
Ya son casi tres meses desde que en Irán explotó la ira social contra el régimen autoritario que gobierna el país desde hace más de cuarenta años, hoy en cabeza del presidente Ebrahim Raisi y el líder supremo Alí Jamenei, y que tiene sumido a su ciudadanía, en especial a las mujeres, en un yugo de control absoluto sobre sus cuerpos.
Han sido precisamente ellas, las mujeres, a raíz del asesinato de Masha Amini en manos de la llamada “policía de la moral”, quienes han impulsado y han mantenido vivas las sucesivas manifestaciones de descontento social y de reclamo ante un régimen que parece sordo ante los cambios que vive el mundo.
La fuerza de las manifestaciones ha sido tal que el régimen de Raisi no las ha podido acallar como en ocasiones anteriores. Esta vez parece que no hay marcha atrás y que en Irán muchas cosas deben cambiar.
En días pasados, el fiscal general de Irán, Mohammad Jafar Montazeri, afirmó que “la ‘policía de la moral’ (gasht-e ershad) no tiene ninguna relación con el poder judicial y ha sido clausurada por el organismo que la había creado”. Sin embargo, fue enfático en aclarar que “el poder judicial seguirá regulando la conducta de las personas en la sociedad”, lo que quiere decir, en pocas palabras, que el régimen no renuncia al control de los cuerpos y los destinos de las mujeres.
Pese a que estas declaraciones son ambiguas e imprecisas hay algo que como sociedad civil debemos destacar de todo esto que está pasando en Irán, por supuesto con el absoluto rechazo y repudio a la sangrienta represión en donde, según datos de Iran Human Rights y otras organizaciones, ya han muerto más de 400 personas.
Por un lado, la fuerza, valentía y persistencia de un movimiento social, liderado por mujeres, que no se ha dejado amilanar por la violencia sistemática e institucional y ha logrado diversas formas de protesta, además, de la solidaridad de toda la comunidad internacional y de la sociedad civil mundial.
Durante los últimos meses hemos visto cómo se han hecho virales manifiestos públicos y privados de las mujeres iraníes confrontando las leyes que las oprimen y a sus represores. Son hechos sin precedentes en el mundo islámico contemporáneo.
Por otro lado, pese a que la noticia de la eliminación de la “policía de la moral” parece más una mentira del régimen iraní para intentar calmar los ánimos de reclamo en las calles, es de resaltar entonces que la presión ciudadana está teniendo impactos importantes sobre las decisiones política del gobierno autoritario de Raisi y Jamenei.
En su informe más reciente sobre la protesta social en el mundo, el CIVICUS Monitor, del cual Redlad hace parte, se destaca como “en Irán, la represión despiadada de las manifestaciones aún en curso se caracterizó por el empleo de la fuerza letal (…) El uso de munición real contra grupos de manifestantes pacíficos por parte de las autoridades se saldó con cientos de muertos y numerosos heridos. Hasta el 28 de octubre de 2022, por lo menos cuatrocientos manifestantes habían perdido la vida y miles habían sido detenidos”.
Por lo cual, estas movilizaciones sociales son una muestra fehaciente de cómo el inconformismo de las personas y su acción siempre aflorarán incluso en regímenes con espacios cívicos tan cerrados. Además, hace tremendamente meritorio que muchas personas estén dispuestas a poner en riesgo sus vidas ante el hartazgo que les produce vivir bajo sistemas políticos con nulas garantías de derechos humanos.
Finalmente, y por lo anterior, es preciso destacar que las protestas en Irán van más allá de buscar cambios en el código penal que persigue a las mujeres. La ciudadanía está pidiendo cambios profundos en el sistema político, una transición hacia un Estado de Derecho que garantice su bienestar y la decisión libre de las personas, en especial de las mujeres, sobre sus cuerpos. En pocas palabras, es un clamor