Foto: EFE – José Jácome
Sin duda alguna, la pandemia afectó todos los ámbitos de la vida tanto individual como social de las personas. De tener la vida social, laboral y familiar definida en espacios distintos, de un momento para otro la vida social desapareció y quedaron en un único ambiente la vida familiar y laboral, en la mayoría de los casos.
Con el paso de los días, se fue evidenciando que esto era especialmente problemático para ciertos grupos minoritarios y, especialmente, para las mujeres por la sobrecarga de las labores de cuidado y del hogar. Adicionalmente, la violencia de género y riesgo de abuso tuvo un incremento considerable por las cuarentenas.
Esto llevó a la ONU Mujeres a elevar una alerta por la violencia de género en el núcleo familiar. De acuerdo con el organismo, esto se debe a presiones económicas como desempleo e inestabilidad que afectan la salud emocional, mental y física de las personas y también, por supuesto, a factores socio-culturales derivados del machismo.
En Colombia el Observatorio de Feminicidios indicó que hubo 508 casos de feminicidios a corte de octubre de 2020. En Guatemala, por su parte, el Instituto Nacional de Ciencias Forenses identificó de marzo a junio de ese mismo año 140 mujeres asesinadas, 57 femicidios tipificados y más de 19 mil denuncias por violencia de género.
Mientras tanto, el gobierno de Puerto Rico decidió declarar el estado de emergencia por violencia de género en enero de 2021. En dicho país, durante 2020 60 mujeres fueron asesinadas. Asimismo, en México se registran a diario un promedio de 10 muertes de mujeres. El año pasado se registraron alrededor de 3.723 muertes violentas, de acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Otro factor preocupante que se agudizó fue el desempleo femenino en medio de la pandemia por su disparado incremento. Esta situación pone en riesgo la autonomía y la independencia de las mujeres e incentiva violencia económica contra ellas. Por ejemplo, Colombia presentó en 2020 un desempleo femenino de 20,4% frente al 12,7% de desempleo masculino.
Por lo anterior, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) afirma en un reciente informe, publicado el 10 de febrero de 2021, de un retroceso de al menos 10 años en términos de participación laboral femenina en la región. “Según el documento, la tasa de participación laboral de las mujeres se situó en 46% en 2020, mientras que la de los hombres en 69% (en 2019 alcanzaron un 52% y un 73,6%, respectivamente). Se calcula, además, que la tasa de desocupación de las mujeres llegó al 12% en 2020, porcentaje que se eleva al 22,2% si se asume la misma tasa de participación laboral de las mujeres de 2019”.
Finalmente, otro sector poblacional profundamente afectado por la pandemia y medidas gubernamentales fueron las personas trans, quienes se opusieron firmemente a medidas de restricción de la movilidad basadas en el género, implementadas en países como Colombia y Panamá, para la regulación del número de personas en el espacio público. Las personas trans, en especial las mujeres, denunciaban que esto las ponía en evidente riesgo de vulneración de sus derechos por dos razones concretas: 1) quienes regulaban la puesta en marcha de la medidas en las calles era la policía, cuyos miembros en su mayoría tienen prácticas transfóbicas y violentas y 2) muchas mujeres trans no han podido acceder al cambio de sus nombres legales, ya sea por falta de recursos o porque en sus países no existen leyes o normas que les permitan hacerlo.
Además, las vulnerabilidades de las personas trans se profundizaron ya que de las personas LGBT ellas son las que menos derechos tienen garantizados, sobre todo en materia de educación salud y trabajo. Amnistía Internacional afirma que “la violencia y los abusos contra las personas trans han aumentado durante la pandemia. En algunos casos, esto es consecuencia directa de las medidas de confinamiento que obligan a las personas trans a aislarse y convivir con familiares hostiles. Otras se han visto forzadas a ponerse en peligro para ganarse la vida; esto ocurre sobre todo con las personas trans trabajadores/as sexuales, que se han arriesgado a exponerse al virus o que atienden a clientes en lugares poco seguros para seguir trabajando durante el confinamiento”.
En conclusión, si bien la pandemia ha afectado a toda la humanidad del planeta, es necesario hacer matices y poner en evidencia a ciertas comunidades y sectores que se han visto mucho más afectados y quienes requieren políticas públicas y acciones afirmativas especiales para garantizar sus derechos y la integridad de sus vidas.
A un año de haberse declarado la pandemia mundial por COVID19 debemos seguir luchando, como sociedad y Estado, contra la pandemia de la desigualdad social y la inequidad económica.